08 May 2024
Venture capital o private equity, ¿a qué inversor recurrir para financiar mi empresa?
Aunque puedan parecer similares, los venture capital y los private capital son tipología de inversores completamente diferentes. Mientras los primeros buscan apostar por muchos proyectos disruptivos en una fase incipiente, intentando localizar a las empresas líderes del mañana, los segundos pretenden acompañar en el crecimiento y la consolidación de organizaciones que ya han demostrado la viabilidad de su proyecto de negocio. Escoger bien a los inversores es fundamental para cualquier emprendedor de cara a poder cumplir con los objetivos marcados en su estrategia operativa a largo plazo.
Carlos Sánchez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
A la hora de identificar socios y de captar financiación para una empresa, es habitual que el emprendedor no repare en la tipología de la persona o de la entidad que tiene delante, ya que su máxima preocupación es la de garantizar la viabilidad económica de su proyecto a través de una inyección de liquidez que sea lo suficientemente relevante. Sin embargo, es importante conocer la tipología de cada inversor que se suma a la organización dado que sus objetivos a medio y a largo plazo son diferentes.
A continuación, te explicamos en detalle en qué se parecen y en qué se distinguen los venture capital y los private equity.
Las claves de un venture capital
Por regla general, un venture capital busca identificar startups, es decir, empresas de nueva creación que tengan un fuerte componente tecnológico. Es decir, que el peso de un proyecto disruptivo o innovador es muy importante para este tipo de inversores a costa, eso sí, de apostar por firmas en las que el riesgo es muy elevado. En todo caso, una de las características de los venture capital es que suelen ser muy proactivos a la hora de contribuir al éxito de una nueva compañía, procurando ayudarles en la parte de desarrollo de negocio, precisamente buscando una rentabilidad financiera a medio plazo.
Los venture capital invierten por regla general por debajo de un 30% del capital social de una empresa. Además, el montante de cada operación no suele superar los 10 millones de euros, que se suelen cursar tanto a través de capital como vía deuda. La razón de esta estrategia es simple: en vez de invertir en un pequeño selecto grupo de entidades prefieren abrir el abanico y hacerlo en un número más elevado, de modo que los posibles fracasos se compensen con los éxitos en algunas de estas firmas.
Desde la óptica del emprendedor, los venture capital son una opción muy interesante precisamente porque suelen interesarse por los proyectos en fases muy incipientes, en las que el acceso a la financiación no suele resultar sencilla y, si la hay, es predominantemente bancaria con el coste en intereses que eso suele conllevar. Además, desde el punto de vista reputacional, significa que la entidad ha conseguido atraer una segunda fase de inversores, dando una nueva dimensión sobre la estrategia operativa.
La vía de los private equity
La principal diferencia entre un private equity y un venture capital viene precisamente del tipo de empresas en las que invierten. Esto es así porque los private equity se centran sobre todo en entidades ya asentadas en el mercado, que han demostrado la viabilidad de su proyecto y que quieren dar un paso significativo hacia delante y crecer.
De hecho, los private equity no buscan una gran diversificación en sus inversiones sino que tratan de convertirse en un compañero de viaje sólido para los directivos de una compañía que desean evolucionar en el futuro de manera importante. Por ello, suelen ser agentes activos en la relación de cambios estructurales de las organizaciones en las que invierten, buscando una mayor profesionalización y una mejor eficiencia operativa en todos los sentidos.
Como norma general, una firma de private equity procura adquirir un porcentaje significativo del capital social de una entidad, buscando el control del negocio. Suelen hacerlo a través de compras apalancadas que tienden a financiarse a través de instrumentos de deuda. El montante de estas operaciones es, habitualmente, mucho más elevado que en el caso de los venture capital y no es raro que superen los 100 millones de euros.
Por todo ello, el riesgo que adquieren este tipo de inversores es sensiblemente más bajo. Esto es así primero porque apuestan por compañías que ya han comprobado su viabilidad en el mercado y gozan de una cierta posición relevante en sus respectivos sectores. Además, al adquirir una participación mayoritaria pueden implementar cambios que sirven para adecuar las estructuras de cada entidad a las necesidades que realmente tiene.
Foto de Towfiqu barbhuiya en Unsplash
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