19 Mar 2024
Situación envidiable de empresas y hogares con la deuda
El apalancamiento en el ámbito privado es muy inferior al que había en los años previos a la crisis financiera y también menor al de la media europea, lo que genera un contexto favorable para que los negocios puedan impulsar su crecimiento.
Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
La época del milagro económico español es el nombre que recibe el periodo comprendido entre 1995 y 2007, que estuvo marcado por las altas cuotas de crecimiento del PIB nacional. Unos años en los que uno de los factores que impulsaron este buen desempeño económico fue la facilidad con la que las entidades financieras concedían préstamos a familias y empresas, impulsando con ello la actividad.
El problema es que esta burbuja de crédito fácil (prácticamente cualquiera podía lograr que el banco le prestara dinero en aquello años) estaba condenada a explotar porque no estaba sustentada en nada sólido. Y eso fue justo lo que ocurrió en 2008 cuando el gigante estadounidense Lehman Brothers se hundió arrastrando tras de sí a otras entidades financieras y sacando a flote las vergüenzas de otros muchos bancos en todo el mundo. De repente la fiesta se acabó, ya nadie prestaba dinero, lo que frenó en seco la actividad, elevó el paro y disparó las tasas de morosidad.
Una negativa espiral de la que España tardó seis años en salir (hasta 2014), convirtiéndose en uno de los países que sufrió la crisis subprime (nombre con el que también se conoce a la recesión iniciada en 2008) con mayor intensidad. ¿Por qué ocurrió esto? Pues simple y llanamente porque empresas y hogares vivieron en aquella época muy por encima de sus posibilidades, recurriendo a los créditos para gastar más de lo aconsejable teniendo en cuenta los ingresos.
Los datos así lo reflejan. En concreto, los del año 2010 son el máximo histórico nunca visto en cuanto al porcentaje que sobre el PIB representaba el crédito concedido a las familias y las compañías, y que alcanzó el nivel de casi el 227%. Este nivel superaba con creces la media de la Unión Europea (164%), lo que muestra con meridiana claridad por qué aquella crisis se cebó con mayor intensidad en nuestro país y en mucha menor medida en otros como Alemania o Francia.
Pues bien, sirva este recordatorio de los errores que todos cometimos en 2008 para ensalzar la situación actual que tanto hogares como negocios muestran en el ámbito del apalancamiento financiero. Tanto es así que hoy en día los créditos conjuntos del sector privado suman poco más del 130% del PIB. Es decir, más de un 40% menos del récord de 2010. Una tasa que además está muy por debajo de la que muestra la media europea, que escala hasta el 150%.
Un giro drástico que evidencia que tanto los negocios como los hogares aprendieron aquella dura lección que sufrieron con inusitada intensidad y cuyo impacto negativo ha seguido viéndose durante años posteriores. Un buen ejemplo de ello fue la intervención del Popular en 2017 (la primera decretada por la UE) provocada porque la entidad no pudo asumir en su balance el haberse unido a la fiesta de conceder créditos para el ladrillo sin avales en los dos o tres años previos a la burbuja, No obstante, el caso del Popular ha sido el único que ha ocurrido en Europa de una entidad que se vio obligada a quebrar desde 2008, si exceptuamos la crisis del suizo Credit Suisse del pasado año, que se salvó con su venta a precio de saldo al UBS. Esta escasez de ejemplos refleja que el sistema financiero también ha aprendido de la catástrofe económica de 2008 que transformó completamente el mapa del sector, ya que provocó la desaparición de las cajas de ahorro, al estar casi todas ellas en condición crítica.
El hecho de que prácticamente todo el mundo relacionado con el sector privado (empresas, familias y banca) presente una sólida situación financiera ha permitido al país enfrentarse son suficiencia al ciclo de alzas de tipos más agresivo de la historia, que ha llevado el precio del dinero del 0% hasta el 4,5% actual. Un cambio en las condiciones de financiación radical que si se hubiera afrontado con la misma situación de apalancamiento financiero de los años previos a la crisis financiera hubiera llevado al país a una segura recesión. Pero como la mochila de la deuda es muy inferior a la que había entonces en el caso de hogares y negocios, el país aún presume de poder crecer a una tasa del 2,5% el pasado año, con una previsión de casi el 2% en el presente 2024.
Esta mejor situación financiera está dificultando la lucha contra la inflación por parte de los bancos centrales, ya que al comprobarse que la economía está mucho mejor preparada para asumir una política monetaria restrictiva se reduce el freno en la actividad que es la única manera para lograr que bajen los precios.
Pero al mismo tiempo, la envidiable salud financiera de las empresas y las familias con la deuda supone una excelente oportunidad para que los negocios acometan inversiones para impulsar su crecimiento. Con ello aprovecharán el contexto favorable que supone que las familias tengan recursos para consumir y los altos niveles de liquidez de los bancos lo que les permite abrir el grifo a la hora de conceder créditos. Eso sí, ahora y a diferencia de lo ocurrido en el final del siglo XX y el arranque del siglo XXI, las entidades exigen garantías de que en el futuro podrán cobrar lo prestado y los intereses.
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