10 Sep 2024

Draghi da la receta a la UE: fondo de competitividad y reindustrialización

El ex presidente del BCE rescata la idea de mutualizar la deuda del euro si Europa quiere ganar productividad y rivalizar con EEUU y China en los mercados globales.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

El máximo responsable de la política monetaria del euro durante la prolongada crisis de la deuda y los rescates financieros provocados por el colapso crediticio de 2008 ha desvelado su dictamen sobre la falta de productividad y, por ende, de competitividad de la UE. Mario Draghi, ex premier italiano -entre febrero de 2021 y octubre de 2022- y vicepresidente de Goldman Sachs en Europa -antes de acceder a la cúpula del BCE- ya venía alertando, durante los meses de gestación de su informe, encargado por Ursula von der Leyen antes de las elecciones europeas de junio, que la economía de la UE había perdido su potencial de crecimiento y se había instalado en una espiral viciosa, manifestada a modo de estancamiento económico, debido a unos “frenos estructurales” que les restaba músculo competitivo. Tanto en el mercado interior como frente a sus principales rivales exteriores. Con EEUU y China a la cabeza, aunque, en general, también en relación a otras potencias industrializadas y, por supuesto, a los boyantes mercados emergentes.

Draghi, al que consideran el salvador del euro con su lapidario augurio (“haremos todo lo posible para salvar la moneda europea y, créanme, será suficiente”) de 2012 ante un selecto y nutrido auditorio de financieros, en la City londinense, cuando nadie creía ya posible la reanimación de la divisa común, ya revolucionó entonces las estrategias de los bancos centrales. No solo por dar rienda suelta a la rebaja de tipos hasta niveles próximos a cero -la parte ortodoxa del salvavidas- sino por aplicar sin tapujos la Quantitative Easing (QE) o programa de compra de deuda soberana y corporativa que se amplió durante más de un lustro hasta estabilizar los mercados de bonos. Y, por supuesto, las primas de riesgo que asediaban a economías como la italiana, tercera de la zona monetaria.

Quizás de su experiencia como máxima autoridad del BCE en ese periodo, Draghi enfatice dentro de su estrategia para revitalizar la competitividad europea, la idea de mutualizar la deuda de los socios del euro. También fue su recomendación al Consejo Europeo en las postrimerías del doble mandato al frente de la institución monetaria con sede en Fráncfort. Como una de las medidas de prevención de futuras crisis. Unos meses antes de asumir la jefatura del Gobierno italiano. A instancias del Movimiento Cinco Estrellas y como solución tecnócrata a oro nuevo episodio de parálisis política de su país.

Draghi identificó de inmediato, tras el encargo de Von der Leyen, que las rémoras productivas de la UE pasaban por su déficit en innovación, sus precios energéticos anormalmente elevados y por su pérdida de musculación geopolítica derivada, entre otras razones, por el escaso peso de su industria armamentística y su reducida capacidad defensiva propia. 

Si la UE quiere erigirse en una potencia geoestratégica en toda regla -esencialmente, adaptar su estatus e influencia en el orden mundial, tanto en el terreno político como en el económico, a su liderazgo comercial- debería recomponer su tejido productivo en una época de reconversión industrial y de reestructuración de las cadenas de valor.  

Para ello, necesita un plan que vuelva a convertirla en una potencia industrial, una estrategia conjunta que adecúe su poder manufacturero a las exigencias y demandas del Siglo XXI. Pese a que la factura no será barata. Todo lo contrario. Requerirá de inversiones ingentes y de fórmulas de armonización entre los socios del euro y los del resto del club comunitario. A los primeros les ha vuelto a reclamar que unifiquen sus deudas y sus mecanismos de pagos, en torno al valor y la estabilidad del bund alemán. Para acometer emisiones de bonos con el sello del euro, aunque también, y a partir de esta estrategia comunitarizada, abordar la parte que las instituciones de la Unión tendrán que desplegar para abordar la reindustrialización del mercado interior.

En este sentido, Draghi apuesta por movilizar un fondo, al que llama de Competitividad, dotado con hasta 800.000 millones de euros anuales. Casi de la misma proporción con el que nació el Plan de Recuperación, en mayo de 2020, para sacar al mercado europeo de la Gran Pandemia y que, con posterioridad, dio origen a los recursos Next Generation. Por ello -explica el antecesor de Christine Lagarde- “serán necesarias emisiones de deuda comunes que financien proyectos de inversión conjuntos”. Eso sí, sin quitarle protagonismo -ni cheques al portador- a los sectores privados.

“Sin estas dotaciones y sin deudas mutualizadas, la UE está en riesgo”. Es su gran diagnóstico en el que deja otra radiografía de situación cargada de emergencia: “todas estas inyecciones de recursos reclaman acciones concertadas para una adecuada absorción y gestión” de unos fondos que tienen como misión reindustrializar digital y sosteniblemente la economía europea y como desafío ganar en productividad y competitividad a EEUU, China y otras potencias industrializadas y emergentes. 

En este sentido, Draghi urge al bloque comunitario a desarrollar tecnologías avanzadas, a mover con mayor impulso la agencia verde para acelerar las metas climáticas y a impulsar y asegurar la Defensa y la industria europeas como materias primas críticas y minerales raros de los que van a depender la producción de chips, esenciales para el sector tecnológico y la innovación, y para relocalizar de nuevo fábricas y cadenas de valor. “Está en juego nuestra propia supervivencia y nuestra existencia futura como vanguardia económica internacional”, explica. Antes de admitir que los 800.000 millones de euros del Fondo de Competitividad equivale al 5% del PIB conjunto de la Unión, una cifra inaudita en más de medio siglo.

La economía europea se ha instalado en una “persistente ralentización”. Mucho más baja que la de EEUU. Y las palancas para catapultarla son la productividad y la competitividad generadas por la digitalización y la descarbonización. “De las ventajas que obtengamos frente a nuestros principales rivales globales dependerá nuestra capacidad de supervivencia como potencia, en primer término, y de prosperidad, inmediatamente después”. En especial, en medio de un nuevo pulso entre Occidente y Oriente con peligro de decoupling de la globalización. Unidad y reformas -donde situó una integración fiscal en toda regla- es el lema que ha enarbolado para que Europa afronte el mayor “reto de autopreservación” desde la Segunda Guerra Mundial, enfatiza Draghi.

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