17 Jun 2024

La financiación de la deuda americana amenaza la economía global

La seguridad y rentabilidad de los bonos del Tesoro de EEUU no puede ocultar la magnitud de una deuda que supera los 34 billones de dólares con altos pagos de intereses.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

La capacidad de acceso a los mercados de capitales de EEUU está fuera de toda duda. Incluso si, como han amenazado algunas agencias de rating y consumado otras, pierde la triple A -o sus ratings equivalentes, según el código de calificación del triunvirato Standard & Poor’s, Moody’s o Fitch Rating- y debe atravesar una prolongada fase de elevados tipos de interés como la actual de la Reserva Federal -con el precio del dinero más caro desde comienzos de siglo- con emisiones de bonos frecuentes para canalizar los pagos de su astronómica deuda.

Aun así y pese a la descontada rentabilidad y las plenas garantías de reembolso de los bonos del Tesoro americano -labradas a lo largo de la historia económica, reciente y pretérita- el riesgo de alteración brusca de sus servicios de pagos y la amenaza de un deterioro financiero substancial dentro y fuera del mercado estadounidense han emergido en el espíritu inversor y ha irrumpido en los análisis privados y multilaterales. Y no es el resultado de un capricho crítico ni de una tesis pasajera. La deuda americana ha escalado hasta tal cota que empieza a cuestionar su capacidad de gestión, la de mayor calidad del mundo, por otro lado.

“Si la prudencia es una virtud, entonces los presupuestos americanos son un ejercicio de vicio”. Así de contundente expresa The Economist la radiografía de situación del Tesoro de EEUU que, en los últimos 12 meses ha acumulado otros 2 billones de dólares (el 7,2% de su PIB) a los más de 34,59 billones de dólares que alcanzó en marzo, con datos de marzo y con perspectivas que, según Bank of America, llegarán este año a añadir 1 billón de dólares cada cien días. Sus análisis recuerdan que en julio pasado la deuda era de 2 billones menos; en concreto, 32,6 billones. Una tesis que corrobora Trading Economics al augurar unas perspectivas que hablan de un nivel de endeudamiento del 124,3% del PIB a finales de 2024.

Una parte determinante de este repunte se achaca a los pagos de intereses y al carburante que arroja un déficit fiscal persistente desde 2015 y que sumará otros 2 billones de dólares desde el agujero presupuestario. El mantenimiento del alto precio del dinero entre el 5,25% y el 5,50% por parte de la Reserva Federal y, sobre todo, las dudas que genera el esperado instante de su rebaja este año y que la autoridad monetaria achaca a la pertinaz inflación, que aún navega un punto y medio por encima del 2%, encarecen en 2 millones de dólares por minuto los pagos de la deuda por los intereses asociados al tipo de cambio. 

“Sin una porción de suerte o sin un doloroso ajuste, la inflación seguirá galopando y, con ella, la deuda continuará fuera de órbita”, explica el diario británico en un breve análisis reciente, que incide en el desbordado déficit como nutriente permanente del endeudamiento. Los 2 billones de desequilibrio fiscal adicional suponen la misma cantidad que recauda fiscalmente el Tesoro sin que la economía estadounidense haya caído en recesión -de hecho, es la más resiliente a los episodios de contracción, junto a la española, de la órbita industrializada-, y con pleno empleo, al establecer el mayor periodo con una tasa de paro inferior al 4% en el último medio siglo.

Pese a lo cual, el Bidenomics, la política económica del presidente demócrata, ha lanzado varias leyes con recursos billonarios. Desde la Inflation Reduction Act (IRA) con ayudas y avales a firmas y hogares para combatir la escalada de precios, hasta la Chips & Science Act para reindustrializar el estratégico sector de los semiconductores, o el programa de infraestructuras, de los que han emanado, además de subsidios directos, ventajas impositivas y nuevos fondos a los inicialmente establecidos. Esta vuelta al proteccionismo americano se ampara en la carrera competitiva con China, el combate por la hegemonía de un orden mundial muy geopolitizado que recuerda a la Guerra Fría y el temor a un decoupling de la globalización en dos bloques dominados ambos por las dos superpotencias.

El asunto cobra incluso mayor dramatismo si se tiene en cuenta que EEUU navega con déficits por debajo del 3% del PIB -considerado el límite que separa la estabilidad de la displicencia de las cuentas públicas- desde 2015 y que, desde 2016, su deuda superó el 100% de su PIB, que ha escalado dos quintas partes en el último decenio. Aunque, a diferencia de una notable parte de este periodo, los tipos de interés, a diferencia de los actuales, se establecieron en las potencias industrializadas en posiciones próximas a cero y con políticas de contención de los gastos.

La Casa Blanca está desembolsando más recursos al pago de sus deudas que a todas las partidas de Defensa, otro de los apartados del presupuesto que más han crecido desde la Administración Trump. Junto a los actuales subsidios de la IRA, la Chips Act y el ambicioso plan de modernización de las infraestructuras. El coste de las guerras, y el alto precio de la crisis financiera y la sanitaria, junto a las rebajas fiscales del mandato de Donald Trump -aún en vigor- y las políticas de ayudas y estímulos de Joe Biden empujan a EEUU a la indisciplina fiscal. Hasta el punto de que no pocos analistas consideran que una de las medidas más trascendentales que deberá tomar el próximo inquilino del Despacho Oval será prorrogar o suprimir los recortes impositivos de 2017, en caso de que considere prioritario que el principal mercado del planeta retorne a la senda del ajuste y el equilibrio de las cuentas federales.

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